En la vida no suelen ocurrir "cosas importantes". Al volver la vista atrás, al buscar el instante en que ocurrió algo decisivo, algo definitivo e irremediable -la experiencia o el accidente que decidió nuestra vida posterior- tan sólo encontramos algunas huellas sin importancia, a veces ni siquiera esto. En realidad no existe más experiencia que la familia, como tampoco existe más tragedia que el momento en que te ves obligado a decidir si permaneces en el seno de la familia y sus variantes a escala más amplia, como la clase social, la ideología, la raza, o bien te marchas por tu propio camino, a sabiendas de que te quedas solo para siempre, de que eres libre, estás a merced de todo el mundo y sólo puedes contar contigo mismo... Yo tenía catorce años cuando me escapé de casa, y después ya sólo regresé de visita, en los días de fuesta, durante breves temporadas; como el tiempo es un analgésico muy fuerte, a veces parecía que la herida había cicatrizado. Sin embargo, volvió a abrirse mucho después, quince, veinte años después, sin sorpresa y sin razón alguna, causando un dolor casi insoportable que se apaciguó poco a poco sin llegar a ser mencionado. Me gustaría decir la verdad Estoy intentado acostumbrarme a la verdad como un enfermo muy grave se acostumbra a la peligrosa y amarga medicina que puede matarlo o curarlo; al fin y al cabo no tengo nada que perder. La verdad es que no puedo culpar a nadie ni por mi carácter ni por el curso de mi destino.
Sándor Márai
Confesiones de un burgués