Vivir encima de la tienda

Es mucho más que una frase. Es algo que deja una impronta en quienes lo han pasado. Por una simple razón: siempre está uno de servicio. La gente llamaba a la puerta a cualquier hora de la noche o del fin de semana si se les acababa el beicon, el azúcar, la mantequilla o los huevos. Todos sabían que nos ganábamos la vida sirviendo al cliente; no tenía sentido refunfuñar, y nadie lo hacía. Por si esto fuera poco, estaban además los pedidos habituales.
Mi padre o sus empleados -teníamos tres empleados en North Parade y alguien más en Huntingtontower- eran los que solían ir a entregarlos. Pero a veces era mi madre la que lo hacía, y entonces  nos llevaba a Muriel y a mí. Gracias a ello, mi hermana y yo conocíamos a un montón de gente de la ciudad.

Margaret Thatcher, El camino hacia el poder

Visca el Nadal

Article publicat al Tot Molins, desembre de 2925 El primer Nadal de la història va ser molt problemàtic i sense comoditats: uns pastors que ...