Hoy era domingo, uno de octubre. Mañana tendría de nuevo que trabajar. Ya veía gritando a Klawuttke en el polvoriento patio y se veía a sí mismo cargando sacos de carbón en la camioneta. Karlota Ingwer Loretta, con sus cinco pecas, estaba muy lejos de la ciudad en una pequeña casa en el bosque. Y se encontraba tan sola como él en el patio del carbón.
-¿Por qué estás tan triste?
-Poque tengo que marcharme hoy -dijo Robert.
Jutta Richter
El bosque de la bruja y los calcetines mágicos
Editorial Lóguez
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