Querido profesor,
"Mi hijo tiene que aprender que no todos los hombres son justos ni todos son veraces.
Enséñele que por cada villano hay un héroe, que por cada egoísta hay un generoso.
También enséñele que por cada enemigo hay un amigo y que más vale moneda ganada que moneda encontrada.
Quiero que aprenda a perder y también a gozar correctamente de las victorias.
Aléjelo de la envidia y que conozca la alegría profunda del contentamiento.
Haga que aprecie la lectura de buenos libros sin que deje de entretenerse con los pájaros, las flores del campo y las maravillosas vistas de lagos y montañas.
Que aprenda a jugar sin violencia con sus amigos.
Explíquele que vale más una derrota honrosa que una victoria vergonzosa.
Que crea en sí mismo, en sus capacidades, aunque quede solito y tenga que lidiar contra todos.
Enséñele a ser gentil con los buenos y duro con los perversos.
Instrúyalo a que no haga las cosas porque simplemente otros lo hacen; que sea amante de los valores.
Que aprenda a oír a todos pero que a la hora de la verdad decida por sí mismo.
Enséñele a sonreír y a tener el humor cuando esté triste.
Y enséñele que a veces los hombres también lloran.
Enséñele a ignorar los gritos de las multitudes que sólo reclaman derechos sin pagar el costo de sus obligaciones.
Trátelo bien, pero no lo mime ni lo adule. Déjelo que se haga fuerte solito.
Incúlquele valor y coraje pero también paciencia, constancia y sobriedad.
Transmítale una fe firme y sólida en el Creador. Teniendo fe en Dios también la tendrá en los hombres.
Entiendo que le estoy pidiendo mucho pero haga todo aquello que pueda".
Carta de Abraham Lincoln, al profesor de su hijo (1820)
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